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¿Quién debe responder por los actos de matonaje escolar, los padres o la escuela? La frecuencia con que los actos de matonaje sacuden el sistema escolar chileno se ha vuelto preocupante. Nadie discute la necesidad de enfrentar esta situación, pero tampoco parece haber disposición a aceptarla como una responsabilidad particular. La culpa parece ser siempre de otros. Sin negar que el problema sólo se resolverá trabajando en conjunto, en esta edición del Foro de la Educación quisimos dividir las responsabilidades.
Aunque el lugar de la agresión sigue siendo el colegio, los padres tienen una responsabilidad que asumir en este problema. La mayoría minimiza la situación que afecta a sus hijos cuando son objeto de matonaje y la ve como algo normal, lo que no resuelve nada. En el otro extremo tenemos a padres que cuando ven a sus hijos en problemas llegan al colegio muy enojados, a veces incluso acompañados de abogados, en una actitud agresiva, gritando a los profesores y profiriendo amenazas. Esta última es una mala estrategia porque genera una reacción negativa de parte de los profesores, y el que sigue sufriendo es el niño.
Lo recomendable es prestar atención al niño, hacer una pequeña investigación del caso: “cuántas veces, quiénes, desde cuándo y qué tipo de violencia ejercen contra el niño, de qué curso son”. Una vez que se tenga un caso más o menos armado, se procede a plantearlo en el colegio con serenidad y espíritu colaborativo.
En el caso de los niños agresores, lo más frecuente es que el papá niegue la situación, diciendo que su hijo está bien y que los otros niños son los que tienen el problema. Hay muchos casos de niños agresores donde se trabaja con especialistas pero la intervención se desvanece porque el padre deja de ir a las reuniones, se niega a colaborar, dice que el problema no es de él ni de su familia y se acabó, y cuando llega ese momento no hay mucho más que hacer. Por lo tanto es lícito presionarlos para responder por este problema.
Antes de dar respuesta a la pregunta desearía señalar, por un lado, que la intimidación o matonaje no es un problema individual ni psicológico de los estudiantes ni de sus familiares sino que un producto de un tipo de relaciones donde a un sujeto se le marca la ausencia de una característica o condición esperada, o la presencia de otra característica que no es socialmente valorada.
Por otro lado, se debe considerar que la mayoría de los estudiantes que son maltratados por uno de sus compañeros de curso declara que la totalidad de las amenazas (excepto cuando se usan armas) tiene lugar al interior de la sala clases.
Por consiguiente, se puede afirmar que tanto la familia como la escuela son co responsables, dado que ambos constituyen instancias de socialización. Sin embargo, la escuela debiera asumir un rol preponderante en la prevención de los actos de matonaje creando o implementando programas de prevención e intervención, por cuanto es el escenario donde se produce el matonaje. En muchos países se han diseñado políticas públicas para atender este problema con profesionalismo y decisión; se ha capacitado al profesorado, a los padres, a los estudiantes y a la comunidad educativa integralmente. Desafortunadamente, en nuestro medio tienen que ocurrir actos de matonaje con consecuencias graves, como el suicidio de Pamela Pizarro en Iquique, para que recién empiece a tomarse consciencia respecto del tema.
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